viernes, 30 de marzo de 2012

Grafología, Grafo-terapia y aikido.


Una vez hace años, mi madre me mostró una palabra que no conocía: Grafología. Para los que no sean tan incultos como yo, sabrán que la grafología es el estudio de los grafismos o garabatos que hacemos con la manos, ya sea dibujar, escribir o rubricar nuestra firma. Me llamó la atención que mediante la forma en que tu escribes una letra, el grafólogo es capaz de detectar conductas y patrones que sigue tu mente. Por ejemplo, si alguien escribe “tetera” y la forma de la “T” tiene forma de cruz, es posible que esta persona, tenga algún tipo de carga en su vida, o una forma de tomarse la vida en que asumes todo como una pesada cruz que has de llevar, o simplemente que está sufriendo ya sea mental o físicamente. Parece una tontería, pero cuando me mostró algunas de estas cosas, comencé a fijarme en como escribía la gente y te das cuenta de que realmente hay “algo” en cada letra, que nos “transmite” sensaciones. Es como si en cada escrito manual  que hacemos en una hoja de papel, dejasemos éste impreganado de nuestro “kimochi” personal.
La grafología es, en este sentido último, quien estudia técnicamente qué es lo que crea ese “kimochi” (Aunque ellos puedan negar este hecho) conforme a nuestra forma de realizar cada letra. La letra “G” por ejemplo, creo recordar que significaba la sexualidad del individuo. Fijaos a partir de ahora en el rabillo de la “g” y decidme a que se parece. Sí escribo de manera cursiva hacia la derecha, significa que soy una persona segura de mi misma. Pero por el contrario si realizo la cursiva hacia la izquierda, significaría que tengo miedo e inseguridades. Y así un largo etcétera, con todas las letras del abecedario, donde cada una de ellas, deja una evidencia de como actuamos o cual es nuestra forma de ser.
En el aikido también vemos este hecho. Si somos muy ansiosos o tendemos a la necesidad, agarramos en las técnicas. Si somos impacientes, enseguida queremos tirar a Uke aunque la técnica no haya salido bien. Si tendemos a poner excusas a todo, nuestros movimientos son demasiado cirulares. Exagerados y de grandes aspavientos. Como si nos fuesemos por las ramas. Cuando veo videos de Uehisba, veo que sus técnicas son directas. Uke se le acerca diciéndole con el cuerpo “¿Como se va hacia allá?” y Ueshiba le conduce “siga todo recto y luego gire a la izquierda” parece decir con sus movimientos. Después cuando uke sale proyectado, Ushiba mueve el brazo con el que lo ha proyectado trazando un circulo aunque ya se haya desprendido de su Uke “vaya usted con Dios” parece decir sin palabras y se vuelve para atender a otro Uke. En definitiva, estamos expresándonos constantemente en nuestros movimientos. Mostramos nuestra conducta y los patrones que seguimos a la hora de actuar o enfrentarnos a cada aspecto de la vida.

Pero lo que de verdad me llamó la atención, fue que en la grafología, existe también dentro de ésta, la Grafo-terapia. Aquí el grafólogo, una vez ha analizado cuales son los patrones y conductas que sigue el individuo, puede determinar que patrones son incorrectos y corregirlos mediante la escritura. ¡Podemos cambiar nuestra forma de pensar y actuar solo con cambiar nuestra manera de escribir! Una persona que escribe “tetera” y su “T” tiene forma de cruz,puede cambiar su manera de tomarse la vida, si empieza a cambiar su caligrafía. El grafólogo le dirá que trate de escribir “Tengo una tetera en Toledo” y que trate de hacer las “Tes” de una determinada manera, donde no esté implícita su conducta a sufrir. Si el paciente escribe las “Eres” en forma de pajarito, significa que es una persona vaga. Que no le gustan las ataduras. Si esa “ERE” del paciente cambiase poco a poco, su conducta “pasota o de pasotismo” cambiaría de la misma forma. Es lo que ocurre en aikido.
Cuando entramos nuevos, queremos tirar, coger, nos equivocamos al avanzar el pie porque tendemos a avanzar el derecho siempre, o el izquierdo cuando hay que mover el derecho, tensamos los hombros o todo el cuerpo hasta quedarnos paralizados. Pero cuando el profesor y las técnicas poco a poco nos van cambiando la forma de movernos y de realizar las mismas, nuestra mente también lo hace, liberándose así de las malas conductas que rigen nuestra vida. Purificamos nuestra mente a través de nuestro cuerpo. Por lo tanto también purificamos nuestra alma. Son esas pequeñas cosas que cambiamos, las que hacen que nos sintamos mejor con nosotros mismos, que entremos en armonía con ese gran desconocido que nos mira al espejo cada mañana. Cuando progresamos en este aspecto, las demás cosas como el Ki, la intuición, la sabiduria o la felicidad, aperecen por si solas pues únicamente son síntomas de que vamos por buen camino.
Al principio de nuestra práctica, en nuestros primeros años, es imposible que no nos demos cuenta de nuestros errores. Es imposible que el profesor o los compañeros más aventajados, no se den cuenta de mis errores y pueda corregirlos. Pero cada vez los cambios que debamos hacer serán más sutiles e imperceptibles y corremos el riesgo de quedarnos estancados en alguna parte del camino. Una etapa de nuestra práctica, donde no seamos capaces de reconocer nuestros fallos y corregirlos. Puede que no queramos darnos cuenta de dichos errores o que estemos cansados de corregirnos (Purificarnos). No caigamos en este error. Fingir una conducta no hace que cambiemos de conducta, solo nos evade de aquello que sabemos, debemos cambiar. No caigamos en el pozo y usemos palabras que no son nuestras como escudo para quedarnos ahí.
Ninguno somos maestros. Los maestros se pueden seguir por sus actos, no por sus palabras. Sus palabras eran verdades absolutas en sus almas, pero cuando llega a nuestros oídos, únicamente son otro punto de vista. Sus actos son lo importante. Los maestros jamás se consideraron como tales, pues se hubiesen estancado. Los maestros eran capaces de ver sus errores por sutiles que fuesen y seguir corrigiéndolos, seguir purificándose hasta el final de sus días sin descanso, sin límites. Únicamente con el camino recto por delante y siempre la certeza de que hay algo nuevo que mejorar. Sin distracciones, ni escusas. En sus actos estaba la certeza de que poco quedaba por purificar en esas personas. Eso es lo que hace que a nuestros ojos, sean y serán siempre, maestros. Pero que ellos sean maestros, no significa que nosotros tengamos ya alcanzada dicha virtud o que vayamos a alcanzarla. Eso solo depende de uno mismo. No debemos quedarnos en el dedo que señala a la luna.

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